Normal: Piel equilibrada. La encontramos en la mayoría de las ocasiones en los niños. Es fina, su coloración es uniforme, brillo moderado, y suave. Resiste los cambios climáticos. No presenta imperfecciones.
Seca: Piel poco protegida y se va disminuyendo con la edad. Al tacto es suave en gente joven y áspera en las personas adultas. Poco resistente a factores climáticos, es frágil y delicada, se enrojece fácilmente, no broncea y presenta arrugas tempranas y tendencia a la descamación.
Seca/deshidratada. Los factores internos y externos a los que se ve expuesta la piel, la hacen carecer del agua suficiente para su buen funcionamiento. Su aspecto es marchito, áspero, se irrita fácilmente, descama, se arruga prematuramente y no se broncea.
Grasa/normal. Están protegidas y son resistentes a factores climáticos. Es una piel gruesa y brillante, aunque no debe presentar rojeces ni descamación, pero sí en la mayoría de las ocasiones brotes grasos. Su tacto es suave, se broncea fácilmente y envejece de forma lenta.
Grasa/deshidratada. Existe una pérdida importante de agua, lo que provoca que este desprotegida. Tiene un aspecto marchito y presenta un brillo graso. Se irrita con los factores climáticos y tiende a pigmentarse con la exposición solar. Descama con facilidad.
Piel asfíctica. Tiende a deshidratarse e irritarse. Es sensible, su brillo es opaco y pálido y tiene tendencia a los enquistamientos grasos. Al tacto se siente acartonada y existe pigmentación y enrojecimiento.